En el post anterior mencioné el tema del tiempo que debe durar la pareja. Y cuando pienso en cómo el paso del tiempo puede modificar la relación de una pareja viene a mi mente la Guerra de los Roses. En esta película Michael Douglas y Kathleen Turner personifican a Oliver y Bárbara Rose una pareja “ideal” que con el tiempo llegan a odiarse hasta matarse (literalmente) todo a modo de comedia y llena de situaciones inusitadas de humor negro.
Pensar que una relación de pareja será solo felicidad es utópico, irreal y hasta inmaduro. Según Lili Fajardo en una entrevista a Terra, “a lo largo de una relación sentimental existen muchos conflictos, siendo los más comunes: durante el primer año por la convivencia, la llegada del primer hijo, a los ocho años, a los once, a los veinte años, el nido vacío, entre otras”.
Para algunos/as el tiempo que dura una relación puede ser un click, unos días, semanas, meses, años. Sin embargo, partimos de un imperativo categórico que hemos aprendido desde niños/as: “y vivieron felices para siempre”.
No todo es miel en el paraíso
En la mayoría de cuentos de hadas que hemos escuchado en la infancia, las “historias felices” terminan con un “y vivieron felices por siempre”. Y cuando esto no nos ocurre, preguntamos ¿qué hice mal?
Existe una serie de fotos con versiones alternativas o adultas de los denominados “happy endings” de los cuentos de hadas. Así, la Sirenita terminó como atracción de un acuario, Cenicienta en un bar esperando al príncipe azul, Jazmín de Aladino peleando en Afganistán, Bella en una mesa de quirófano poniéndose por enésima vez botox, etc.
¿Qué ocurrió con Blanca Nieves y el príncipe? Se llenaron de hijos.
Cerrando este paréntesis, al querer responder la pregunta ¿qué hice mal?, algunas personas terminan por ser permisivas con todo tipo de actitudes de parte de su pareja. Otras, por el contrario, se vuelven absolutamente intransigentes. El problema nunca es con él o ella; siempre es con el otro/a. Culminando con la frase “es que no era el adecuado/a”.
El llegar a este justo medio, en donde no toleremos todo, pero cedamos en algunas cosas implica madurez de parte de ambos componentes de la pareja; implica un dialogo sereno para hallar soluciones y no una lista de cosas que no nos gustan y terminen por parecer recriminaciones. También conlleva el haber realizado aprendizajes de las relaciones anteriores.
Sin embargo, también existen personas que tienen temor a la soledad (a su propia soledad); y van cambiando de pareja, sin haber realizado ningún aprendizaje y de manera rápida pues el confrontarse con ellos/as es algo a lo que temen. Además la sociedad impone ciertas etiquetas que aceleran el proceso y lo vuelven una situación de angustia.
Maitena espectacular como siempre. “Te llamo luego” una frase muy ambigua y temida en las parejas que recién empiezan a conocerse.
Al costado de la muca muerta, está la solterona
Patacláun es una serie de culto, algunos de sus capítulos tratan con una agudeza y desfachatez temas que de no ser por el humor no los revisaríamos nunca. Ya en un post anterior había tocado en algo el tema: maternidad y matrimonio. Sin embargo, el enfoque solo abordó la exigencia de la maternidad en la mujer (curioso, que tan poco se hable de la exigencia de paternidad) El capítulo muestra que existe una presión social para estar emparejado… así no nos quiera, te saque la vuelta, te pegue…pero tienes pareja.
Fiel a su estilo, Patacláun hace una crítica al imperativo de estar en pareja para ser “bien visto” por la sociedad.
Existen ciertos clichés para las personas que no tienen pareja. Incluso existen bromas como “¿no será machona?” (Referido a una mujer que está sola por mucho tiempo), “solterón maduro, maricón seguro”, “apúrate se te va el tren”. Estas frases se escuchan en el ámbito familiar, amical o del trabajo. Sin embargo, este no es el único espacio donde aprendemos “cuán importante es estar en pareja”.
Muchas de las telenovelas, en especial las mexicanas, son remakes de historias pasadas donde la mujer se estereotipa personajes, roles y estados para lograr crecer y ser feliz como individuo.
Los medios de comunicación nos han “impuesto” patrones que exaltan la necesidad de estar en pareja. Las telenovelas mexicanas y venezolanas (sobre todo) son un claro ejemplo en donde se privilegia que la mujer conseguirá su felicidad o se realizará gracias a la intervención de un hombre.
Algunas familias y educadores están empezando a hablar de la relación de pareja, en sus dimensiones reales. Mencionar que compartir un espacio con otra persona implica ceder, dialogar, apoyar, pero sobre todo escuchar (y hacerlo sin distorsionar el mensaje escuchando solo lo que uno quiere).
Quizá seamos parejas más con los pies en la tierra, quizá seamos de los idílicos y que esperamos ese cuento de hadas. Tal vez hemos aprendido de nuestras experiencias o quizá sigamos dando tumbos esperando encontrar al adecuado o la adecuada en la siguiente esquina. Como fuere para tener una buena relación de dos, debemos empezar teniendo una buena relación con uno/a mismo/a.