miércoles, 11 de enero de 2012

Los tuyos, los míos y los nuestros: Espacios en pareja

Las relaciones de pareja suelen ser todo un tema de conversación, de análisis y quizá de especulación. Para algunos es claro y cristalino como una laguna, para otros todo un enigma digno de los acertijos del Código da Vinci. Como fuera muchos optamos por compartir nuestra vida con otra persona- ¿Hasta cuándo?, eso es materia de otro post- y si bien hay momentos de pasión y felicidad (la famosa luna de miel), más tarde o más temprano empiezan ciertas desavenencias por temas simples: “voy a ver a mis amigos/as, voy a clases, voy a jugar un deporte”, etc.
Muchos amigo/as me decían que terminaron su relación con esa persona porque era muy posesivo/a, muy celoso/a. De modo sutil o explicito controlaban las salidas de su pareja, con quién se veía, o de ser posible iba a la reunión para luego empezar con una serie de críticas a las amistades y actitudes de los amigos y grupos de su pareja. En muchas ocasiones la persona terminaban en un aislamiento, que podría dar paso a situaciones mayores (abuso o hasta feminicidio).
Los celos e inseguridades son claves. La pareja empieza a cuestionar los espacios del otro/a
En busca de la individualidad
Cuando somos niños/as suelen identificarnos como los hijos/as, hermanos/as de alguien. Y no nos hacíamos muchas complicaciones hasta llegar a la adolescencia donde pugnamos por nuestra identidad y diferenciación. En las parejas, en algunas ocasiones, puede ocurrir algo similar. Hay personas que en un momento de su vida, especialmente en las separaciones, descubren que sus amigos, lugares y actividades se han mimetizado con las de sus parejas. Otros/as viven con una persona posesivo/a y celoso/a; que quiere que su pareja haga con él o ella todo y a cada momento; considerando sus salidas como eventuales infidelidades y sus amigos/as como enemigos potenciales.
Aquí expongo cuatro tipos de situaciones que podemos ver en las parejas, más de uno se identificará con una, o quizá con todas.
Absorbidos mutuamente
Hay parejas que toman de manera muy “seria” el hecho de convertirse en uno/a. Cuando llegan los hijos/as, las parejas terminan por pasar más tiempo con los amigos del nido o el colegio, que con los que tenían de solteros/as, eso suele ser inevitable. No obstante, en un balance posterior, la persona descubre que en vez de “ganar” espacios, los ha ido perdiendo. Solo desarrolló un par de roles: padre/madre y pareja, pero olvidó que se es individuo. Por lo cual no es muy sano dejar de lado nuestros propios espacios donde no somos el esposo/a de o el papá/mamá de; si no solo nosotros mismos, nada más.
Juntos, pero no revueltos
Los extremos no son buenos ni en un lado, ni en otro. Ser totalmente “independiente” tampoco es recomendable. Hay parejas que se vuelven unión de nombre, en donde cada uno hace su propia agenda, desarrolla su propia vida y a duras penas comparten un lecho para dormir (con suerte) pues tampoco es una relación muy saludable. Hay parejas así y están unidas por convecciones, algunos lazos (que más terminan por ser “obligaciones”) y en especial por la costumbre. Como pueden ver tampoco es muy recomendable pues no hay un norte juntos, no hay proyectos en común, y las ganas de estar juntos son más bien efímeras.
Ley del embudo
También existe la figura en donde uno de los miembros de la pareja, sale, no dice con quién, ni a qué hora regresa, no tiene reglas, ni permite preguntas. Para él o ella sus salidas y espacios son personales y la pareja no debe estar. No obstante, cuando la pareja intenta hacer lo mismo, comienzan los reproches, los reclamos. Quizá en formas sutiles se convenza a la pareja de abandonar sus espacios, quizá lo haga con violencia. Si bien estos casos pueden observarse en especial en personas de pocos recursos económicos, también los hay en niveles socioeconómicos más acomodados y con mayores accesos a educación. El aislamiento es el primer paso para que empiece un ciclo de violencia por parte de la pareja, pues refleja la dominación del uno sobre el otro/a.
El justo medio
Llegar a no perder la individualidad, a no perder espacios y compartirlos con la pareja, no siempre es fácil. Sin embargo es posible. Se puede empezar por aficiones comunes que compartieron en la época de enamorados/as, salir al cine, al teatro, de viaje, practicar deportes, aficiones, etc. Es importante no olvidar estos espacios pues nutren y refuerzan la relación. Permiten establecer sueños y metas, trabajar por ellas, tener momentos de relax, de complicidad y de “hermandad”.
Las personas tenemos muchos roles, hijos/as, amigos/as, hermanos/as, parejas, padres/madres e individuos. Es importante no olvidar que ese espacio es nuestro para crecer, pensar, sentirnos libres y cómodos con nosotros/as mismos/as. Claro se puede compartir con la pareja, pero no hay que olvidar de la importancia de ese espacio para que cada uno/a nos encontremos con aquellas cosas que nos agradan de nosotros/as mismos/as por los beneficios de independencia, mejora de la autoestima, tener distintos temas de conversaciones (los mismos espacios y temas pueden llevar a la monotonía y el tedio; enemigos en la relación de pareja). Al estar bien los integrantes de la pareja, como individuos, mejora notablemente como dupla.    

3 comentarios:

  1. Me gusto mucho el post, Tienes que ponerle copyright a los diagramas! :)

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    1. Gaviota. Mil gracias por leer. Hare caso a tu sugerencia oportuna como siempre. Saludos a la familia =)

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  2. Hola Antonio. Gracias por leer el post. Le has dado al clavo con la intencion. Creo que nos identificamos con esas situaciones, y es bueno poner en perspectiva nuestra relacion de parea para asi mejorarla. Gracias por compartirlo y exitos en tu relacion.

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