El fútbol es, para muchos, un
deporte que apasiona. Tiene “una meta simple”: hacer más goles que el rival. Dicha
tarea es matizada con jugadas, individuales o colectivas, que en ocasiones
limitan con “lo mágico”.
Desgraciadamente, este deporte también
despierta pasiones viscerales y ruines; las cuales son encarnadas por algunos
(miles) de hinchas o seguidores de un equipo quienes realizan actos de
vandalismo, de agresión física e incluso la persecución y muerte del contrario.
Nuestro país ha tenido casos sin resolver como el de Walter Oyarce revisado en
el post Buenos
días violencia.
En nuestro país los jugadores afrodescendientes
suelen sufrir bromas sobre su inteligencia o son comparados con animales e
incluso estiércol. La excusa siempre se refiere a “solo se trata de una broma”,
“es parte del fútbol”, “hay que tener correa”. Dichas bromas son celebradas por
comentaristas deportivos, en su mayoría hombres, y reafirmadas como parte de la
cultura en programas de humor. Sin embargo, los afectados no se sienten felices
por ello.
Dicha escalada no es local; sino
mundial. El afro descendiente, en distintos estadios del mundo, se ha convertido
en una víctima de esta agresión. Sonidos de monos chillando, arrojar cáscaras
de plátano a la cancha son algunas de las muestras. Jugadores de la talla de Samuel
Eto’o, Roberto Carlos, Thierry Henry, Jozy Altidore, Dani Alves, Kevin-Prince
Boateng entre muchos otros han sido víctimas de estos insultos en la cancha.
Lo que comenzó como “parte del
fútbol” se ha extendido tanto que las asociaciones de este deporte han tenido
que ver cómo aplicar sanciones. Algunas han sido tomadas por los propios
jugadores como abandonar los estadios donde los hinchas realizan este tipo de
agresiones (como el caso del A.C Milán), hacer
campañas con sus propios jugadores como Dejemos al racismo fuera de
juego y otras iniciativas avaladas por la empresa privada como fue el
caso de Nike que dio un mensaje contra el racismo usando a figuras afro
descendientes como Roberto Carlos, Ronaldinho y Thierry Henry (Stand up, Speak up)
Muchos partidos inician con banderas contra el racismo.
Pese a ello, el racismo aún sigue
en el espíritu de los hinchas. Se sigue accionando en su momento de mayor
euforia o frustración. Esto debido a que estas ideas se han aprendido desde muy
pequeños, a través de otro adulto; además que es perennizada por programas de
televisión, por la publicidad, por la sociedad misma.
Caníbales El Comercio una campaña que apeló a la figura del “negro
caníbal” obligó al diario a pedir disculpas. La agencia de publicidad nunca
pensó que “su broma” causaría tal rechazo e indignación.
La publicidad con la bandera de
la “aspiración” sigue usando modelos muy alejados a los patrones étnicos
mayoritarios de nuestro país. Usualmente vemos modelos caucásicos, rubios o
castaños; incluso para los extras. Si las campañas dicen “usamos a la gente
bonita, a los exitosos” ¿dónde quedas tú que no te pareces a ellos?
Las frases, estereotipos y
estigmas parten de ideas, de comportamientos arraigados y permitidos por la
población. El camino para el cambio siempre será una educación que vaya en contra
de las diferencias. La campaña uruguaya borremos
el racismo apela a eliminar de la real academia de la lengua estas frases, mientras
la sociedad se comprometía a eliminar las conductas racista.
Borremos el racismo. Uruguay haciendo un compromiso de palabras y
actos.
La idea de fondo es “ayudar” al
racista. Esa persona necesita ayuda porque tiene una visión limitada, llena de
prejuicios y estigmas, una mente con cadenas que no le permite ver más allá.
Tarea difícil donde la publicidad, hasta el momento no ha contribuido y más
bien sigue perennizando esa imagen distorsionada de país.
Intolerantes anónimos campaña que busca que el racista, abierto y
encubierto, sea ayudado a liberarse de sus prejuicios y estigmas.
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