lunes, 25 de junio de 2012

La clave es: violencia

Hace poco han surgido denuncias sobre un juego entre adolescente varones llamado “la clave”. Según La República este “juego” consiste en formar dos bandos. Uno formula una palabra secreta y da pistas a sus rivales para que la descifren, mientras golpean al otro bando sin clemencia. Perú 21 refiere que existen otros juegos como el shocking game’ (que consiste en estrangular a una persona hasta que pierda el conocimiento) y la ‘cuerda voladora’ (en el que se jala a otro muchacho con una soga hasta que este se arrastre por el suelo). El Comercio refiere que existe otro juego más como el avión en el que los menores deben hacer una seña para no ser golpeados cuando pasa un avión por el cielo.
Lo peligroso de estos juegos no es solo su violencia; sino que se realizan fuera de las aulas; lejos de cualquier vigilancia - Foto La República
Estos juegos distan mucho de ser nuevos. La mayoría de éstos son versiones remozadas y mucho más violentas de juegos que existían desde hace mucho tiempo. Apanados, matachola, la guerrilla, Callejón oscuro, etc. Estos juegos se dan porque la construcción de la masculinidad no ha cambiado, al menos no en mucho. En su libro XY La identidad masculina, Elizabeth Badinter refiere que el varón crea su sexualidad en oposición, es decir, deberá convencer que no es una mujer, no es un bebé, ni es un homosexual. Vale decir, él debe demostrar, a lo largo de su vida, que no está en ninguna de estas tres categorías. Estas ideas se instauran desde los juegos culminando en los  rituales de iniciación. Pensemos en los juegos infantiles (carritos, soldados, pistolas, armas, etc.) y en cómo demostramos que ya “somos hombres” (peleas, borrachera y debut sexual).
Como refiere el psicólogo Manuel Saravia estos juegos no son nuevos; son aprendidos a través de otros espacios como internet (mediante el aprendizaje vicario) en donde el adolescente busca tener mayor notoriedad, ser reconocido y aceptado por sus pares. Para esto, especialmente en los varones, el reconocimiento se une a la figura de quien aguanta mayor castigo físico, es decir, quien es más macho.
Para Manuel Saravia, las motivaciones de los adolescentes para practicar estos juegos radican en su necesidad de contacto y reconocimiento- reportaje Enemigos Públicos
Lo que preocupa sobremanera a los padres no es, necesariamente, que sus hijos varones practiquen estos juegos violentos; sino que salgan lastimados “gravemente” en ellos. Para los adolescentes es solo “un juego”, nadie quiere lastimar a nadie, “es su culpa de la víctima por no ser vivo”, “solo a los lornas les pasa eso”. Es decir no se visibiliza el problema en su magnitud- al menos no en la mente de los jóvenes, adolescentes y niños.
La solución al problema es integral y ahí justamente radica el poco éxito en combatirlo. Los padres no están informados sobre cómo enfrentar este problema. Muchos piensan que son cosas de chicos, que es parte de su crecimiento, que es necesario para que sean duros, fuertes, machos; o en todo caso que esa es responsabilidad de los profesores (una más de las tantas que deben realizar). Los profesores, de otro lado, no pueden vigilarlos a cada momento; y en caso pudiesen hacerlo, los alumnos buscaran otros espacios como la calle (que es donde se ha registrado estos casos). Los adolescentes siguen considerando estas prácticas un juego; lo cual refleja una imposibilidad de conmoverme con el dolor del otro. Finalmente los ministerios siguen enfrascados en sus problemas y limitaciones: Educación aún sigue sin aplicar soluciones reales al problema del Bullying, y para Salud los problemas mentales, al parecer no están en la agenda.
Tuya, mía, de él…este problema 8como muchos otros) siempre será de otro.
Demás está decir que mucho o todo lo que se pueda realizar depende de la educación y preparación de los padres, del dialogo y una mirada más empática. Muchas instituciones realizan escuelas para padres a los cuales ellos no asisten porque “es de noche” (y estoy cansado) o es el fin de semana (y voy a la pichanga con mis amigos o salgo a divertirme). Hay mucho que trabajar en nuestra sociedad sobre este tema, y dependerá de lo que nosotros exijamos a las autoridades y estemos dispuestos a colaborar y poner de nuestra parte.

lunes, 18 de junio de 2012

Dejarlos decidir…ese es el problema

Nuevamente surge el tema de “despenalizar” las relaciones entre adolescentes. Otra vez se escuchan voces a favor y en contra. Surgen nuevamente las antorchas, efectismos y cuestionamientos “morales”; incluso diciendo que se meterá en el mismo saco que las violaciones.
Hay que entender que la norma refiere a relaciones “consentidas”. Si se incurre en un delito, existen los mecanismos y se debe sancionar. En términos simples, no se está refiriendo a estos casos; sino a aquellos donde existe una pareja adolescente estable y reconocida por los amigos y la familia.
No es un secreto que el tema de la sexualidad molesta a demasiadas personas. Un grupo piensa que imponiendo sanciones se evita el problema de la sexualidad. “Te penalizo, te meto a la cárcel…adiós problema”. Según información de El Comercio: “La vigencia de la Ley 28704, que desde hace seis años penaliza las relaciones sexuales entre y con adolescentes de 14 años a menos de 18 años, no ayudó a reducir la tasa de violaciones sexuales en ese grupo de edad. Según datos de la PNP, en el 2006 se presentaron 2.875 denuncias por violencia sexual contra menores de estas edades y el 2008 la cifra se elevó a 3.524”- sin menciona la tasa de embarazo adolescente.
Penalizar no ha servido para disminuir los índices de embarazos ni de violencia sexual
El problema de fondo todavía sigue teniendo dos aristas muy marcadas: la sexualidad equivale a pecado; los adolescentes son “niños grandes”. Respecto al primer tema, algunos dirán no todas las religiones y sus representantes piensan así. Eso es verdad. Incluso dentro de la misma iglesia hay voces discordantes, las cuales han sido sancionadas por hacer públicas sus opiniones.
La moralidad no está en juego aquí. Si la persona piensa que solo debe tener relaciones sexuales después del matrimonio y cuidarse con métodos naturales porque su sacerdote o pastor lo dice está bien para él o ella y para su relación de pareja. El problema viene cuando su moralidad la impone para el resto, y niega las posibilidades de acceder a otras alternativas que no sea la suya. De hecho pensar que penalizando se evita los adolescentes tengan relaciones sexuales es un error; ellos ya las tienen  basta revisar los tonos peras y las peras malogradas.
Muchos adolescentes se tiran la pera del colegio o del instituto para “divertirse” y tener relaciones sexuales.
Muchos siguen considerando al adolescente un “hibrido”. No es un niño, por ende debe tener responsabilidades, pero tampoco es maduro, por tanto no debe acceder a todos los beneficios de la adultez. Tener responsabilidades y pocos beneficios no es algo agradable. Los adultos lo sabemos, los niños lo saben, ¿por qué no lo comprendería los adolescentes?  
Esto lleva a un tema que siempre es espinoso la educación sexual. Los padres prefieren que los maestros se encarguen; los maestros dicen que esto se enseña en casa o que los padres se molestan cuando un maestro/a toca el tema; la iglesia pide abstinencia y matrimonio primero; los adolescentes (medio en serio, medio en broma) dicen no quiero compromisos, solo pasarla bien. A la larga, los esfuerzos por brindar orientación completa, oportuna y entendible suelen venir de instituciones externas al Estado, más aún cuando se trata de temas de embarazo. La idea que prima en este razonamiento es que “dos adolescentes no están en condiciones de tener relaciones sexuales, aún siguen en un proceso de maduración y formación” Al parecer eso no molestaba a nuestros abuelos y abuelas que tenían hijos desde los 15 años… ¿Alguna diferencia? ¡Claro! Estaban casados. Ese papel te daba el desarrollo corporal y mental que necesitabas.
El matrimonio es una opción “libre”, que no exime a los adolescentes de los problemas de pareja.
La despenalización lo que busca es que estos adolescentes que ya iniciaron su vida sexual accedan a servicios de salud y eviten los riesgos de una sexualidad sin información ni orientación como infecciones, ITS como el VIH, embarazos no deseados, abortos clandestinos, riesgos de complicaciones en el embarazo, mortalidad adolescente, etc.  No es darle un condón y decirle “buena suerte”; es prestarle atención, orientarlo. Muchos adolescentes tienen miedo, y es natural. Otros tratan de “aparentarlo” mostrándose más resueltos/as, otros toman licor o drogas como marihuana para no pensar y solo divertirse. La sexualidad está ahí en la TV, la publicidad, en las novelas, etc.  
El dialogo sigue siendo un punto importante para darle más herramientas a tu hijo/a para que no actué por presión. Sin embargo, recuerda, la decisión que tome debe respetarse.
El despenalizar es un paso para corregir un error que se tuvo, pero con eso no acaba el problema. El fondo es más urgente: Educación sexual de calidad, sin juzgamientos morales, con información completa, en un lenguaje comprensible y oportuno.