viernes, 20 de enero de 2012

¿Hasta que la muerte nos separe?

En el post anterior mencioné el tema del tiempo que debe durar la pareja. Y cuando pienso en cómo el paso del tiempo puede modificar la relación de una pareja viene a mi mente la Guerra de los Roses. En esta película Michael Douglas y Kathleen Turner personifican a Oliver y Bárbara Rose una pareja “ideal” que con el tiempo llegan a odiarse hasta matarse (literalmente) todo a modo de comedia y llena de situaciones inusitadas de humor negro.
La escena del divorcio en la guerra Roses es magistral. Una película altamente recomendable.
Pensar que una relación de pareja será solo felicidad es utópico, irreal y hasta inmaduro. Según Lili Fajardo en una entrevista a Terra, “a lo largo de una relación sentimental existen muchos conflictos, siendo los más comunes: durante el primer año por la convivencia, la llegada del primer hijo, a los ocho años, a los once, a los veinte años, el nido vacío, entre otras”.
Para algunos/as el tiempo que dura una relación puede ser un click, unos días, semanas, meses, años. Sin embargo, partimos de un imperativo categórico que hemos aprendido desde niños/as: “y vivieron felices para siempre”.
No todo es miel en el paraíso
En la mayoría de cuentos de hadas que hemos escuchado en la infancia, las “historias felices” terminan con un “y vivieron felices por siempre”. Y cuando esto no nos ocurre, preguntamos ¿qué hice mal?
Existe una serie de fotos con versiones alternativas o adultas de los denominados “happy endings” de los cuentos de hadas. Así, la Sirenita terminó como atracción de un acuario, Cenicienta en un bar esperando al príncipe azul, Jazmín de Aladino peleando en Afganistán, Bella en una mesa de quirófano poniéndose por enésima vez botox, etc.
¿Qué ocurrió con Blanca Nieves y el príncipe? Se llenaron de hijos.
Cerrando este paréntesis, al querer responder la pregunta ¿qué hice mal?, algunas personas terminan por ser permisivas con todo tipo de actitudes de parte de su pareja. Otras, por el contrario, se vuelven absolutamente intransigentes. El problema nunca es con él o ella; siempre es con el otro/a. Culminando con la frase “es que no era el adecuado/a”.
El llegar a este justo medio, en donde no toleremos todo, pero cedamos en algunas cosas implica madurez de parte de ambos componentes de la pareja; implica un dialogo sereno para hallar soluciones y no una lista de cosas que no nos gustan y terminen por parecer recriminaciones. También conlleva el haber realizado aprendizajes de las relaciones anteriores.
Sin embargo, también existen personas que tienen temor a la soledad (a su propia soledad); y van cambiando de pareja, sin haber realizado ningún aprendizaje y de manera rápida pues el confrontarse con ellos/as es algo a lo que temen. Además la sociedad impone ciertas etiquetas que aceleran el proceso y lo vuelven una situación de angustia.
Maitena espectacular como siempre. “Te llamo luego” una frase muy ambigua y temida en las parejas que recién empiezan a conocerse.
Al costado de la muca muerta, está la solterona
Patacláun es una serie de culto, algunos de sus capítulos tratan con una agudeza y desfachatez temas que de no ser por el humor no los revisaríamos nunca. Ya en un post anterior había tocado en algo el tema: maternidad y matrimonio. Sin embargo, el enfoque solo abordó la exigencia de la maternidad en la mujer (curioso, que tan poco se hable de la exigencia de paternidad) El capítulo muestra que existe una presión social para estar emparejado… así no nos quiera, te saque la vuelta, te pegue…pero tienes pareja.
Fiel a su estilo, Patacláun hace una crítica al imperativo de estar en pareja para ser “bien visto” por la sociedad.
Existen ciertos clichés para las personas que no tienen pareja. Incluso existen bromas como “¿no será machona?” (Referido a una mujer que está sola por mucho tiempo), “solterón maduro, maricón seguro”, “apúrate se te va el tren”. Estas frases se escuchan en el ámbito familiar, amical o del trabajo. Sin embargo, este no es el único espacio donde aprendemos “cuán importante es estar en pareja”.
Muchas de las telenovelas, en especial las mexicanas, son remakes de historias pasadas donde la mujer se estereotipa personajes, roles y estados para lograr crecer y ser feliz como individuo.
Los medios de comunicación nos han “impuesto” patrones que exaltan la necesidad de estar en pareja. Las telenovelas mexicanas y venezolanas (sobre todo) son un claro ejemplo en donde se privilegia que la mujer conseguirá su felicidad o se realizará gracias a la intervención de un hombre.
Algunas familias y educadores están empezando a hablar de la relación de pareja, en sus dimensiones reales. Mencionar que compartir un espacio con otra persona implica ceder, dialogar, apoyar, pero sobre todo escuchar (y hacerlo sin distorsionar el mensaje escuchando solo lo que uno quiere).
Quizá seamos parejas más con los pies en la tierra, quizá seamos de los idílicos y que esperamos ese cuento de hadas. Tal vez hemos aprendido de nuestras experiencias o quizá sigamos dando tumbos esperando encontrar al adecuado o la adecuada en la siguiente esquina. Como fuere para tener una buena relación de dos, debemos empezar teniendo una buena relación con uno/a mismo/a.

miércoles, 11 de enero de 2012

Los tuyos, los míos y los nuestros: Espacios en pareja

Las relaciones de pareja suelen ser todo un tema de conversación, de análisis y quizá de especulación. Para algunos es claro y cristalino como una laguna, para otros todo un enigma digno de los acertijos del Código da Vinci. Como fuera muchos optamos por compartir nuestra vida con otra persona- ¿Hasta cuándo?, eso es materia de otro post- y si bien hay momentos de pasión y felicidad (la famosa luna de miel), más tarde o más temprano empiezan ciertas desavenencias por temas simples: “voy a ver a mis amigos/as, voy a clases, voy a jugar un deporte”, etc.
Muchos amigo/as me decían que terminaron su relación con esa persona porque era muy posesivo/a, muy celoso/a. De modo sutil o explicito controlaban las salidas de su pareja, con quién se veía, o de ser posible iba a la reunión para luego empezar con una serie de críticas a las amistades y actitudes de los amigos y grupos de su pareja. En muchas ocasiones la persona terminaban en un aislamiento, que podría dar paso a situaciones mayores (abuso o hasta feminicidio).
Los celos e inseguridades son claves. La pareja empieza a cuestionar los espacios del otro/a
En busca de la individualidad
Cuando somos niños/as suelen identificarnos como los hijos/as, hermanos/as de alguien. Y no nos hacíamos muchas complicaciones hasta llegar a la adolescencia donde pugnamos por nuestra identidad y diferenciación. En las parejas, en algunas ocasiones, puede ocurrir algo similar. Hay personas que en un momento de su vida, especialmente en las separaciones, descubren que sus amigos, lugares y actividades se han mimetizado con las de sus parejas. Otros/as viven con una persona posesivo/a y celoso/a; que quiere que su pareja haga con él o ella todo y a cada momento; considerando sus salidas como eventuales infidelidades y sus amigos/as como enemigos potenciales.
Aquí expongo cuatro tipos de situaciones que podemos ver en las parejas, más de uno se identificará con una, o quizá con todas.
Absorbidos mutuamente
Hay parejas que toman de manera muy “seria” el hecho de convertirse en uno/a. Cuando llegan los hijos/as, las parejas terminan por pasar más tiempo con los amigos del nido o el colegio, que con los que tenían de solteros/as, eso suele ser inevitable. No obstante, en un balance posterior, la persona descubre que en vez de “ganar” espacios, los ha ido perdiendo. Solo desarrolló un par de roles: padre/madre y pareja, pero olvidó que se es individuo. Por lo cual no es muy sano dejar de lado nuestros propios espacios donde no somos el esposo/a de o el papá/mamá de; si no solo nosotros mismos, nada más.
Juntos, pero no revueltos
Los extremos no son buenos ni en un lado, ni en otro. Ser totalmente “independiente” tampoco es recomendable. Hay parejas que se vuelven unión de nombre, en donde cada uno hace su propia agenda, desarrolla su propia vida y a duras penas comparten un lecho para dormir (con suerte) pues tampoco es una relación muy saludable. Hay parejas así y están unidas por convecciones, algunos lazos (que más terminan por ser “obligaciones”) y en especial por la costumbre. Como pueden ver tampoco es muy recomendable pues no hay un norte juntos, no hay proyectos en común, y las ganas de estar juntos son más bien efímeras.
Ley del embudo
También existe la figura en donde uno de los miembros de la pareja, sale, no dice con quién, ni a qué hora regresa, no tiene reglas, ni permite preguntas. Para él o ella sus salidas y espacios son personales y la pareja no debe estar. No obstante, cuando la pareja intenta hacer lo mismo, comienzan los reproches, los reclamos. Quizá en formas sutiles se convenza a la pareja de abandonar sus espacios, quizá lo haga con violencia. Si bien estos casos pueden observarse en especial en personas de pocos recursos económicos, también los hay en niveles socioeconómicos más acomodados y con mayores accesos a educación. El aislamiento es el primer paso para que empiece un ciclo de violencia por parte de la pareja, pues refleja la dominación del uno sobre el otro/a.
El justo medio
Llegar a no perder la individualidad, a no perder espacios y compartirlos con la pareja, no siempre es fácil. Sin embargo es posible. Se puede empezar por aficiones comunes que compartieron en la época de enamorados/as, salir al cine, al teatro, de viaje, practicar deportes, aficiones, etc. Es importante no olvidar estos espacios pues nutren y refuerzan la relación. Permiten establecer sueños y metas, trabajar por ellas, tener momentos de relax, de complicidad y de “hermandad”.
Las personas tenemos muchos roles, hijos/as, amigos/as, hermanos/as, parejas, padres/madres e individuos. Es importante no olvidar que ese espacio es nuestro para crecer, pensar, sentirnos libres y cómodos con nosotros/as mismos/as. Claro se puede compartir con la pareja, pero no hay que olvidar de la importancia de ese espacio para que cada uno/a nos encontremos con aquellas cosas que nos agradan de nosotros/as mismos/as por los beneficios de independencia, mejora de la autoestima, tener distintos temas de conversaciones (los mismos espacios y temas pueden llevar a la monotonía y el tedio; enemigos en la relación de pareja). Al estar bien los integrantes de la pareja, como individuos, mejora notablemente como dupla.    

jueves, 5 de enero de 2012

Mirando un nuevo año en el espejo

El año viejo se fue, el nuevo empieza. Y la mayoría de personas lo pueden haber recibido de maneras muy diversas: Fiestas, con la familia, de viaje, en casa más tranquilos; y haciendo distintas cábalas para atraer la buena fortuna como lentejas en su monedero para la abundancia, recorrer la cuadra con una maletas para los viajes, usar prendas intimas amarillas para la suerte y rojas para el amor, etc.
La lista de rituales para recibir el año es muy larga, dependerá del lugar, nuestra procedencia, la compañía. La consigna lograr que el nuevo año sea mejor que el anterior.
Dentro de estas listas, una que me llama la atención por su carácter de autoanálisis es hacer una lista de pro y contras del año; de lo positivo y lo negativo. Es como mirarse frente a un espejo, lo cual no es nada fácil, aunque parezca lo contario.
Los espejos han causado admiración desde la antigüedad. Diversas civilizaciones les otorgaban cualidades mágicas por su capacidad de reflejar la realidad, aunque claro para otros era una conexión con el mundo de los espíritus, la adivinación y lo sobre natural. José María Albert en su Diccionario de Símbolos comenta que Sócrates y Seneca preconizaban su uso para conocerse; mientras Platón aconsejaba a los jóvenes su uso para observar los progresos que la virtud marcaba en sus rostros. Así mismo, algunos psicólogos lo consideraban parte de la psique humana que reflejaba el lado tenebroso del alma. El espejo sigue siendo usado en diversas manifestaciones del arte y de la cultura popular.
El Espejo de Oesed de la saga del mago Harry Potter de J. K Rowling. Este espejo nos muestra nuestros deseos más profundos y desesperados.
¿Qué conexión tienen los espejos y el inicio de año? Mirarnos a nosotros mismos no es tarea fácil. Sea porque somos muy permisivos o por el contrario, muy severos. Cuando nos miramos frente al espejo, en algunas ocasiones no nos gusta lo que vemos, talla, contextura, detalles del rostro, etc. Muchos de los problemas de salud mental como depresión, maltrato, bullying, empiezan por no querernos o permitir que el entorno nos modifique, que nos diga qué está bien y qué está mal; sin permitirnos mirar, de manera concienzuda e imparcial, nuestras virtudes y defectos. La consigna siempre es tener una autoestima solida, que nos permita mirarnos en nuestro espejo y querernos, con nuestras virtudes y defectos; con nuestros aciertos y fracasos.
Muy poca autoestima nos hace vivir de los demás y de su aprobación; en exceso no nos permite crecer pues vivimos creyendo que somos perfectos. Por ello, moderación es la clave.
Hay personas que tienden a ver el vaso medio lleno, y otras lo miran medio vacío. Vale decir que sus circunstancias y entorno si bien influyen en ellos, como en todos, no son tan determinantes como para dejarse arrastrar por la corriente. Para ello hay muchas maneras: pensar en un sitio tranquilo, una charla con un buen amigo o amiga, con un consejero, etc. Otros optan por estos libros llamados de autoayuda con autores como Paulo Coehlo.
Más allá de si nos gusta o no este tipo de literatura, hay un libro en particular, “El Secreto” de Rhonda Byrne, que nos lleva a un proceso interesante sobre el poder de la psique humana y de la llamada “Ley de atracción”; haciendo énfasis en el lenguaje y en que atraemos lo que deseamos. Así, cuando pensamos “no quiero tener accidentes este año” ¿qué pensamos? En accidentes. Cuando hemos sido niños y nos dicen “no prendas la televisión, no juegues con la pelota en la sala, no molestes a tu hermana, etc.” pensamos en cada una de estas acciones, luego en no hacerlas. Quizá el segundo paso interesante después de aceptarnos es cambiar nuestro chip, más allá de toda la parafernalia de estos autores y empezar a pensar de manera distinta.
El “gran secreto”: uno atrae a su vida lo que quiere, lo llama y trabaja para ello; para bien y para mal.
Los cambios no son fáciles, así las personas crean o no en este tipo de libros, lo interesante es que podemos ser personas que hagan mayores cambios y propuestas, en vez de solo quejarnos del mundo que nos rodea. Claro no serán cambios trascendentales, quizá sí, pero por algo se empieza. Los grandes visionarios empezaron por un sueño “loco” y lo siguieron. Una alumna me decía tengo muchas cosas que hacer para este año, una lista larguísima, no sé por dónde empezar…empieza por una cosa, la que quieras, pero empieza; el resto comienza a andar solo.
Un espejo chino del museo de Hanoi tiene labrada la siguiente inscripción: “Como el Sol, como la Luna, como el agua, como el oro, soy claro y brillante y reflejo lo que hay en tu corazón”…mirémonos en nuestros espejos, queramos nuestros aciertos, aceptemos nuestros errores y abracemos el futuro pidiendo, en positivo, los cambios que queramos. Que este año que empieza sea muy bueno para todos.