lunes, 6 de enero de 2014

Femicidio: El dolor de la verdad (I)


Elizabeth Gamboa, Natalie Cayo, Estefani Huaranga e Isabel Tananta son las primeras víctimas de femicidio del 2014. Según el resumen estadístico Femicidio y tentativas del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), el 2013 hubo  119 femicidios y 136 intentos.

Lima presentó el mayor número de casos (más de 100), el perfil de la víctima (mujer) osciló entre los 18 a 25 años, el victimario (hombre) solía estar entre los 26 y 35 años y mantiene (o mantuvo) una relación con la víctima como esposo, conviviente o ex conviviente. Las formas de ataque registradas fueron golpes, acuchillamiento, asfixia y disparo (en ese orden). Entre los agravantes estuvieron: premeditación y crueldad. De acuerdo con los datos, la mayoría de los agresores está libre.

Según Liz Meléndez Directora del CMP Flora Tristán, el Feminicidio se caracteriza por ser un crimen de género, realizado por agresores cuya intención es dominar, ejercer control y negar la autoafirmación de las mujeres como sujetas de derechos, a través del uso de la violencia.

Los motivos de feminicidio suelen ser celos aunado a un “castigo” cuando la mujer de separarse de su pareja.
Estas conductas no son nuevas. Muchas personas consideran a la mujer como un objeto de su propiedad (similar a un esclavo), cuyas funciones son atender el hogar, a la pareja y los hijos. Mantener una conducta “apropiada”- según los cánones sociales donde ella siempre debe presentar decoro mientras que él puede tener ciertas “licencias”. Si ella desea rehacer su vida, el hombre “tiene derecho” a negarse, a no permitírselo porque “ha sido suya” y no lo será de nadie más.
 
Muchos de estos crímenes suceden porque en la lógica del victimario, él tiene derecho a “limpiar” su honra lastimada pues “su mujer” lo está abandonando.
Los tiempos cambian, pero algunas ideas siguen permaneciendo ancladas en el imaginario colectivo; gracias a que muchos medios de comunicación realizan discursos contradictorios.
Los noticieros, en cualquiera de sus formatos, suelen ser un ejemplo de ello. En algunos casos realizan una función de denuncia y fiscalización cuando las autoridades y los operadores de justicia no cumplen con su trabajo.
Panorama en un reportaje largo sobre femicidio. Abordando distintas aristas, pero aún con efectismo.
No obstante, esta denuncia queda opacada con el tratamiento que se da a la noticia. En un muy interesante reportaje de Jack Hurtado tres periodistas son consultadas sobre el tema: Laura Arroyo considera que el morbo con el que la prensa aborda el tema lo deshumaniza y lo convierte en cotidiano. Verónica Linares considera que al mostrar estos casos, más personas toman valor para denunciar; mientras que Patricia del Rio considera que no se reporta ni el 0.1%   de casos en el país y que finalmente las personas y ONGs no deberían ensañarse con la prensa pues el agresor lo continuará haciendo así salga o no el tema.
 
El reportaje capta las opiniones discrepantes respecto al rol de la prensa.
Las opiniones son encontradas en la misma prensa, pero no hay que olvidar que al estar en un medio de comunicación, el periodista se convierte en un filtro poderoso sobre qué mirar y cómo. La comunicadora Joyce Guerovich culpa a las mujeres de los piropos que reciben en las calles: “de alguna manera (las mujeres) provocamos estos piropos, nos gusta estar sexis y apretaditas y despertamos el instinto del varón…”  Esa misma lógica (ella tiene la culpa) acompaña al machista y al femicida.
Las opiniones en temas delicados deben ser pensadas con cuidado, más aún cuando se hacen frente a una pantalla.
Pocos son los periodistas que se preparan, informan y sensibilizan sobre estos temas. Cuando se privilegia el efectismo y dramatismo para contar una historia de años de maltrato en cuestión de minutos algo, indudablemente, se pierde. Esa historia cruel y descarnada queda de lado con un “pasamos a otros temas” se cierra la página, ya no interesa, hasta que aparezca una nueva víctima, un nuevo caso, otro titular. ¿Qué hacer? Algunos optan por capacitarse, otros por cambiar el estilo de mostrar la noticia, pero siempre son los menos.
La alta incidencia en casos de feminicidio debería llamar a un proceso de evaluación de los medios sobre su rol y poder para la perpetuación de estereotipos de género y por lo mismo, frente al tratamiento realizado podrían potenciarlo con debates, análisis o historias de vida de afectadas y victimarios de tal manera que permitan comprender de qué manera opera la violencia de género, enrostrarla de manera descarnada y con sensacionalismo, no sólo alimenta el morbo; lo reduce a las y los sujetos como víctima y victimario, no permitiendo identificar aquellas variables sociales, culturales, familiares que han conducido a que estos devengan en episodios de violencia.
Sin embargo, la prensa no es la única que hay que revisar respecto al tratamiento de este tema. Para ello en el siguiente post hablaremos de otra arista más sutil.

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